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Anthony Mann: cineasta de la fragilidad humana

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Anthony Mann: “El western goza de tanto éxito porque en él un hombre dice: voy a hacer algo, y lo hace. Todos queremos ser héroes. Esto es el drama. Esto es de lo que trata el cine
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Anthony Mann y Sara Montiel

 

Anthony Mann: gran director de la épica westerniana

 

“El western es el género más popular, y otorga más libertad que los otros para poner en escena todo tipo de pasiones y acciones violentas. Creo que es también el género que envejece de forma menos rápida, porque resulta esencialmente primitivo. No tiene ninguna regla y todo es posible. De él, sobre todo, surge la leyenda, y es la leyenda lo que ofrece un cine mejor, lo que excita la imaginación”.
Anthony Mann

 

Es a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, cuando el western encuentra una revitalización con la irrupción de nuevos cineastas como son Delmer Daves, John Sturges, Robert Parrish, Budd Boetticher, Gordon Douglas, Rudolph Maté, Robert Aldrich, Edward Dmytryk  y Anthony Mann, entre otros, los cuales hacen sus primeras cintas del género al lado de los veteranos John Ford, Howard Hawks, Raoul Walsh, William Wellman, John Farrow y Henry Hathaway, quienes van a proporcionarle al género por excelencia, su década más gloriosa y rica en variantes y profundidad temática..

De los que llegaron al western, a finales de los cuarenta, indudablemente, que Anthony Mann es el más importante y rico de los arriba mencionados, tanto por la calidad como la cantidad de filmes del “oeste” que rodó entre 1949 y 1960 que incluye a los siguientes, en el orden que se filmaron: “La Puerta del Diablo”  (Devil’s doorway, 1950); “La Marca de las Furias” conocida en España como “Las Furias” (The furies, 1950):, “Winchester ‘73” (Winchester ’73, 1950); “Tierra y Esperanza” (Bend of the river, 1952) pasó en España como “Horizontes Lejanos”; “El Precio de un Hombreo “Colorado Jim” en España (The Naked Spur, 1953); “Sin Miedo y Sin Tachao “Tierras Lejanas” en España (The Far Country, 1954); “Hambre de Venganza” o “El Hombre de Laramie” (The man from Laramie; 1955); “El Tirano de la Frontera” (The last frontier, 1955) en España “Desierto salvaje“; “Venganza Mortal” o en España “Cazador de Forajidos”(The tin star, 1957); “Hombre del Oeste” (Man of the west, 1958) y “Cimarrón” (Cimarron, 1960) once en total, algunos de ellos excelentes y otros en la categoría de buenos, pero ninguno regular o carente de interés su visión.

Anthony Mann nació el 30 de junio de 1906 en San Diego, California y murió durante la realización de “Réquiem por un Dandy” (A Dandy in aspic, 1967) el 29 de abril de 1967, a consecuencia de un infarto masivo, en su cuarto de hotel en Berlín, donde se alojaba. En la mañana había acudido al rodaje de unas secuencias y el actor Laurence Harvey se encargó de terminar la realización del film, en el cual interpretaba al personaje principal y era coproductor del mismo; sin embargo el crédito absoluto de director se le dio a Mann en lo que sería su film póstumo.

Su verdadero nombre de origen judeo-alemán era Emil Anton Bundesmann, transformándolo como Anthony Mann. En 1925, a los diecinueve  años, se enroló en una compañía teatral itinerante de las llamadas “off-Broadway”, en calidad de actor, pasando al poco tiempo a desempeñar las labores de apuntador y asistente y a principios de los treinta comenzó a dirigir en el teatro, utilizando su nombre verdadero, hasta que en 1938 fue contratado por David A. Selznick en calidad de buscador de talentos, encargado de repartos y director de pruebas cinematográficas y llegando a Hollywood utilizó el nombre de Anthony Mann.

Dirigió algunas pruebas de prospectos para el reparto de “Lo Que El Viento Se Llevó”; Las Aventuras de Tom Sawyer ” y “Rebeca”. En 1939 dejó a Selznick marchándose a la Paramount en calidad de asistente de dirección, trabajando bajo las órdenes del gran director de comedias Preston Sturges en “Por Meterse a Redentor” (Sullivan’s travels, 1941). Debutó en la Paramount como director en una cinta de serie B titulada “Dr. Broadway” (Dr. Broadway, 1942) por recomendación de MacDonald Carey, protagonista de la cinta. A partir de allí inició un peregrinar por diversos estudios en películas de bajo presupuesto, en particular en Republic Pictures, dando muestras de un talento para sacar adelante “thrillers” o “films noir” como “El Gran Flamarion” (The great Flamarion, 1945) protagonizado por Erich Von Stroheim, el cual tuvimos oportunidad de ver, por única ocasión, a mediados de los setenta, en la televisión. La cinta resultaba interesante, más que nada por su atmósfera y el uso de Stroheim en su calidad… precisamente de Stroheim en su clásica actitud de prusiano, con todo y monóculo. De esa época guardo un buen recuerdo, sobre todo por sus escenas de acción y violencia, de “Mala Moneda” o “Al Margen de la Ley” (T-Men, 1947) sobre un agente del tesoro que se infiltra en una pandilla de traficantes y falsificadores para atraparlos con Dennis O’Keefe. También, en su momento, “Mercado Negro” (Border Incident, 1949) con Ricardo Montalbán me resultó impactante, sobre todo por tratarse de un tema caro para nosotros los mexicanos, como es el maltrato a nuestros paisanos que van en busca de trabajo a los Estados Unidos y de la cual Raymond Border y Etienne Chumeton en su imprescindible o mejor dicho clásico texto “Panorama del Cine Negro ” nos señalan: “Border Incident, de Anthony Mann, incluye escenas que están entre las más crueles del cine: un hombre aplastado con los riñones rotos, clavado al suelo y aplastado bajo un tractor; otros se hunden el cieno”.

“Ahora bien, ‘Border Incident’ se limita a describir un estado de hecho: la explotación de la mano de obra que pasa fraudulentamente de México a los Estados Unidos. ¿Se puede hablar de violencia ‘negra’ en una obra que trata un fenómeno económico objetivo y que se inspira, aun en lo atroz, en hechos auténticos de las crónicas periodísticas?”.

Por cierto que “Mercado Negro” fue su primer trabajo para la MGM con lo cual regresaba a uno de los grandes estudios y sería también un policíaco su siguiente trabajo “La Calle de la Muerte” (Side Street, 1949) con Farley Granger y Cathy O’Donnell, la cual vería unas dos o tres ocasiones en las matinees de los años cincuenta, pero el único recuerdo que guardo de ella es su secuencia final cuando era abatido Granger en la calle después de participar en un robo, que supuestamente le ayudaría a salir de la miseria.

El productor ejecutivo Nicholas Nayfack, con quién había colaborado en “Mercado Negro”, al término de “La Calle de la Muerte” en la primavera de 1949 le preguntó si estaría interesado en realizar un western para el estudio, el cual protagonizaría Robert Taylor. Mann aceptó el reto sin llegar a imaginar, que después de 17 películas y estar considerado un director, más bien artesanal, encontraría el filón que lo convertiría en uno de los maestros del género y que como bien dice Marc Monje: “Si el western fuera una línea que va del clasicismo de John Ford a la revolución de Sam Peckinpah, justo a la mitad situaríamos a Anthony Mann, principal artífice de al menos cinco westerns que elevaron el género a la categoría de arte que increíblemente muchos negaban a Ford, y lo prepararon para el revolcón al que lo sometería Peckinpah, el manierismo y la saturación del spaghetti y la reflexión final de Clint Eastwood”.

Su primer western fue el excelente “La Puerta del Diablo(Devil’s doorway, 1950) sobre los avatares de Lance Poole (Robert Taylor) un jefe shoshone, condecorado y  llegado a sargento en el ejército nordista, quien al concluir la guerra civil, y regresar a su hogar, en Wyoming, tiene que volver a tomar las armas para pelear, ahora, por la tierra de sus antepasados, sin mayor esperanza de salir victorioso, debido a la promulgación de la leyes de colonización, que con objeto de lograr la expansión de los Estados Unidos, se decretó que los indígenas no podían ser propietarios de tierras al considerarse en términos legales menores de edad. En pleno macartismo este filme antirracista y pro-indio fue recibido con ciertas reservas por el público. El trabajo de Mann y su camarógrafo John Alcott fue excelente, en particular al hacer uso de una fotografía en blanco y negro  aprovechando al máximo los exteriores nocturnos y que indudablemente denotaban la experiencia de ambos en cintas policíacas o también llamadas del cine negro. El guión estuvo a cargo de Guy Trosper a partir de su novela del mismo título. Filmado antes que “La Flecha Rota”  (Broken arrow, 1950) la cual fue estrenada en agosto de 1950, mientras que “La Puerta del Diablolo sería un mes más tarde a mediados de septiembre, debido a reservas de la productora que no confiaba mucho en el potencial de taquilla de la película, lo cual permitió que la obra de Delmer Daves se erigiera con los honores de ser el iniciador de los westerns pro-reivindicación del indio, a pesar de que en términos ideológicos y fuerza del mensaje “La Puerta del Diablo” muestra mayor solidez que “La Flecha Rota”.

Siguió “La Marca de las Furias” (The furies, 1950) con Walter Huston, Barbara Stanwyck y Gilbert Roland, sobre una novela de Niven Baush, inspirada en “El Idiota “ de F. Dostoievsky. Sólido drama westerniano de tipo familiar, con el enfrentamiento de la hija a su tiránico padre. Su tercer western, estrenado igualmente en 1950, lo uniría con su viejo conocido y amigo de la época en que trabajaba en la compañía teatral, en los años veinte, el actor James Stewart, con el cual realizaría ocho filmes de los cuales cinco son no solamente westerns, sino estupendos filmes, por no decir obras maestras.

Los cinco westerns con James Stewart de protagonista, giraron en torno a la venganza, pero cada uno de ellos, iban, por así decirlo, un paso adelante, en relación al anterior y examinando nuevas facetas o aristas del héroe manniano, dominado por un destino trágico que lo lleva a buscar exterminar a su enemigo y una vez cubierto su itinerario, descubrir que el cumplir su objetivo, sólo le ha dejado un amargo sabor de boca y soledad. En rigor no estamos ante un hombre bueno, al estilo de otros vaqueros, sino que este personaje complejo siempre se debate en la dicotomía entre convertirse en un bandolero o un granjero; entre infringir la ley o respetarla, siempre en el filo de la navaja y mostrando, al contrario de otros personajes del género, su fragilidad humana. Los títulos de estos filmes fueron: “Winchester 73″; “Tierra y Esperanza” (Bend of the river); El Precio de un Hombre” (The naked spur, 1953); Sin Miedo y Sin Tacha (The Far country, 1955) y “Hambre de venganza (The man from Laramie, 1955). Cabe mencionar que el guionista Borden Chase  escribió tres de ellos “Winchester 73“; “Tierra y Esperanza” y “Sin Miedo y Sin Tacha”  y todavía hizo el guión de “Noche Trágica” (Night passage, 1957) que también iba a dirigir Mann, pero por diferencias con la productora Universal y con Stewart, abandonó el proyecto antes de iniciar su filmación para a la postre dirigirlo James Neilson. Una mirada atenta de esta cinta hace evidente que aún sin su firma, se conservaron muchos de los elementos y forma de narrar del marido de Sarita Montiel o de los hallazgos que había encontrado para sus westerns Borden Chase en su colaboración con Mann.

 

James Stewart, June Allyson y Anthony Mann en el rodaje de Música y lágrimas

 

Las otras tres cintas con James Stewart fueron Borrasca en el Puerto (Thunder bay, 1953); Música y Lágrimas (The Glenn Miller story, 1954) y Acorazados del Aire (Strategic air command, 1955). Indudablemente que la más rescatable de estas tres es la lacrimógena biografía de Glenn Miller. ¡Todo un clásico de los jueves sociales en el Encanto!

A su vez Quim Casas, en relación a Mann y sus personajes, nos señala en su libro “El Western: El Género Americano” lo siguiente: “Mann diseño a su personaje modélico, ambiguo y atormentado, parco y contenido, irascible y solitario, pese a que siempre viaja con alguien mayor que él (el inmaduro héroe manniano necesita de la experiencia de los demás para hacer frente a su errática condición). El protagonista de los westerns de Mann quiere unir la acción a la palabra, y a0 tal fin se entrega a veces con enfermiza pasión (‘Winchester ‘73’ o ‘Hambre de Venganza’, sendas historias de venganza). El héroe es vapuleado, como en la famosa escena de ‘Hambre de Venganza en que arrastran a Stewart desde un caballo, tan violenta y feroz como la pelea en la alambrada de la vidoriana ‘Hombre sin Rumbo (Man Without Star, 1955). Su itinerario es complejo, arisco, desconcertante, trufado de mil escaramuzas y conocimientos demasiado vagos de nuevos personajes, como ejemplifica el largo y circular desarrollo de ‘Winchester 73’. Las escenografías son cambiantes, Mann era capaz de hacer lírico y absorbente cualquier decorado: los peñascos que transita el curioso grupo de ‘El Precio de un Hombre’, formado por un hombre que debe recuperarse sentimental y económicamente, un desquiciado buscador de oro, un asesino, un militar repudiado y una muchacha sin hogar; el sombrío poblado dominado por seres huraños de ‘Hambre de Venganza’; las naves fluviales y las manadas de ganado descontrolado de ‘Sin Miedo y Sin Tacha’;  las montañas nevadas por las que se desplaza una caravana de pioneros conducida por un guía honesto, un prófugo y un tahúr en ‘Tierra y Esperanza”. Hasta aquí la referencia de Quim Casas, a la cual sólo restaría agregar que si bien en otros westerns como Hombre del Oeste con Gary Cooper y Venganza mortal con Henry Fonda, no participó Stewart, por haberse realizado después de su pleito durante los preparativos de Noche Trágica, sobre la cual señalamos que tenía todos los elementos intrínsecos a una cinta de Mann, igualmente en contrapartida podemos señalar que en las dos mencionadas y donde no estuvo  Stewart, la estructura del personaje e inclusive muchos de los movimientos y la actuación de Cooper y Fonda, nos llevan a considerar que en rigor el director estaba pensando, con todo y su característico tartamudeo al comenzar a hablar en James Stewart, el cual, sin duda alguna, era su actor ideal para encarnar a su personaje del oeste, lo cual nos confirma que sin llevar crédito Mann participaba en la elaboración de los guiones, por lo menos estableciendo directrices en las motivaciones de los personajes.

Fuera del paisaje del western dirige el melodrama “Serenata” (Serenade, 1956) basada en la obra de James M. Cain, aunque demasiado expurgada para no tener problemas con la censura de la época, al presentarnos un rutinario triángulo amoroso, en el cual dos mujeres luchan por la atención de un hombre, que en el caso de “Serenata” se trataba de Sara Montiel y Joan Fontaine disputándose las atenciones de Mario Lanza, cuando en la obra original el personaje de la Fontaine era de sexo masculino. Así que de Cain tenía muy poco “Serenata” y mucho de un melodrama acartonado, el cual parte del mismo fue filmado en nuestro país, en San Miguel de Allende. Lo que si cabe reconocerle a Mann es que supo hacer lucir la belleza de su esposa Sarita Montiel, dentro del vago recuerdo que tengo de esta cinta.

Consiguió una estupenda cinta bélica “Brindis de Sangre” (Men in war, 1957) con Robert Ryan y Aldo Ray, ambientada en el conflicto de Corea, la cual le sirve para ofrecer una visión dura sobre la irracionalidad de la guerra y las reacciones de los individuos, al verse obligados a sobrevivir en una situación que llega a sobrepasar sus límites de resistencia o equilibrio mental y emocional. No se trata de destacar el heroísmo, sino la descarnada lucha por sobrevivir, en medio de un conflicto cuyas razones ideológicas, independientes de su posible justificación, llegan a rebasar a los individuos ven expuestos a combatir en el territorio enemigo. Film en blanco y negro, realizado sin concesiones para el espectador, cuya visión deja un amargo e inquietante sabor de boca, plagado de pesimismo, muy alejado de los filmes de propaganda bélica, pues en “Brindis de Sangre” no hay héroes, sino individuos desesperados y atrapados, en una situación límite, cuya única y real victoria es la de sobrevivir.

Mucho menos interesante, pero hasta cierto punto rescatable como film de aventuras bélicas, resulta su otro film de guerra “Los Héroes de Telemark”, penúltimo de su filmografía con Kirk Douglas, en el rol de un científico encargado de sabotear el laboratorio nazi, ubicado en Noruega, donde están construyendo una nueva arma los alemanes o sea la bomba atómica.

Extraña pero fascinante resultó su adaptación de la novela de Erskine Caldwell “God’s Little Acre” (Esclavos de la Avaricia) con excelentes actuaciones de Robert Ryan y Aldo Ray, al igual que la grata presencia de una Tina Louise la cual hacía su debut cinematográfico en este drama o comedia de humor negro, que como su título en México nos indica se trata de un grupo familiar, que ante la posibilidad de encontrar un “tesoro” en su mísero terreno la avaricia los lleva al enfrentamiento y casi al crimen. Sobre “Esclavos de la AvariciaMann señaló en una entrevista: “es una película audaz y todo el mundo me aconsejó que no la hiciera. Era un film rebelde, de humor y muy trágico, en cierta manera. Trataba de un grupo de gente muy pobre que vivía en el sur, gente a la que nosotros llamamos ‘pobre basura blanca’, que vive en un ambiente increíblemente miserable”.

Aunque maltratadas en el momento de su estreno y tildados de “westerns” de época, sus dos filmes espectaculares realizados en España para el productor Samuel Bronston, el primero de “western medieval” o sea “El Cid” (El Cid, 1961) y el segundo de “western de romanos” “La Caída del Imperio Romano” (The fall of the roman empire, 1964) considero que merecen una revisión menos prejuiciosa, la cual intentaremos hacer en otro momento en que volvamos a acercarnos a la obra de este gran cineasta que fuera Anthony Mann, cuya sólida aportación al western se mantiene vigente, pues como el mismo Mann lo dijera: “El western goza de tanto éxito porque en él un hombre dice: voy a hacer algo, y lo hace. Todos queremos ser héroes. Esto es el drama. Esto es de lo que trata el cine”.

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